En
este año 2014 se recuerda el centenario del doloroso acontecimiento histórico
de la primera guerra mundial (1914-1918). Como se sabe, todo recuerdo histórico
debería servir para aprender de él si existieron aspectos positivos y dejar a
un lado (para que no se vuelvan a repetir) los aspectos negativos. Pero al
parecer el espíritu hobbsiano (hommo
homini lupus- el hombre es un lobo para el hombre) y cartesiano (cogito ergo sum - pienso luego existo) que
aparentan tener algunas personas o naciones, sea por intereses económicos,
políticos, religiosos, culturales etc., hace que la historia perversa de las
guerras se vuelva a repetir una y otra vez, aunque en la actualidad maquillada
no como una “gran guerra” mundial, sino en mini guerras que a la postre
unificadas son más cruentas y perversas.
Hagamos
un poco de historia. Desde el año 3600 antes de Cristo hasta hoy (estamos
hablando de 5600 años) hubieron solamente 292 años de paz, el 95% del tiempo
hemos estado en guerras. En el siglo XX las guerras dejaron 160 millones de
muertos. Hasta 1970 los civiles que morían en una guerra era el 73% de los
muertos, en 1980 fue el 85% y para el año 2000 el 90% de civiles muertos. Esto
nos hace pensar que la tecnología hace que los militares estén más protegidos y
los civiles más desprotegidos.
Si
miramos el siglo XX creemos que existieron dos grandes guerras (la primera y la
segunda guerra mundial), pero si indagamos el siglo XX de forma minuciosa nos
damos cuenta que existieron aproximadamente cincuenta guerras, en 1904 inicia
la guerra ruso-japonesa, luego la guerra de Corea, la guerra de Vietnam, la
guerra de los seis días, la guerra de
los Balcanes, la guerra civil China, la guerra entre Colombia y Perú, la guerra
del Chaco, la guerra civil española, la guerra peruano – ecuatoriana, la
segunda guerra chino – japonesa, la Guerra Fría, la primera guerra árabe –
israelí en 1948, la guerra de Argelia, la primera guerra civil Sudanesa de 1955
a 1972, la guerra de Suez en 1956, la Crisis del Congo, la guerra de Guatemala,
el conflicto armado colombiano que comienza en 1964, la guerra Cristera de
México en 1926, la guerra de Yom Kipur, la guerra de Afganistán, de Irak, la
guerra de El Salvador, la guerra de las Malvinas, la guerra Croata de
independencia, la guerra Bosnia, la guerra de Kosobo, la Chechena, la del Congo,
entre otras. Es decir el siglo XX es un siglo sangriento.
Una
vez terminada la segunda guerra mundial el 28 de junio de 1919 se creó la
“Sociedad de las Naciones”, organismo internacional que tenía como objetivo
establecer las bases para la paz y procurar que no vuelva a repetirse otra
guerra mundial, sin embargo en 1939
llegó la segunda guerra mundial demostrando esto el fracaso de dicho
organismo; se disuelve la Liga de Naciones al finalizar la segunda guerra y se
crea la Organización de Naciones Unidas (ONU) el 24 de octubre de 1945, cuyo
objetivo es procurar la paz y la
seguridad internacional. Hay que tomar en cuenta que la mayoría de las guerras
que hemos mencionado se produjeron después de la segunda guerra mundial, lo que
demuestra que hasta el día de hoy Naciones Unidas no puede hacer nada frente a
esta problemática.
Por
otro lado en el mismo siglo XX existieron revoluciones proclives a la guerra
como son: la revolución mexicana, la revolución rusa, la revolución de
noviembre en Alemania, la revolución cubana, la revolución Sandinista, la
revolución rumana, el genocidio armenio, el genocidio camboyano, el genocidio
ruandés, el genocidio congoleño, el genocidio stalinista, Stalin por ejemplo
liquidó etnias enteras.
Pero
qué hacer frente a tanta violencia donde niños, jóvenes, ancianos, mujeres,
etc., padecen en las guerras que se han producido en lo que va del siglo XXI,
mientras nosotros aparentamos estar en paz. Lo primero que debemos hacer es una
metanoia, es decir un cambio de
mentalidad, un cambio profundo de corazón, un cambio que venga desde adentro,
desde la persona, un cambio espiritual. No podemos curar algo quitando los síntomas, con calmantes uno sólo
disfraza la realidad. En general los organismos internacionales han fracasado,
porque quieren calmar el síntoma (la ONU sólo está calmando los síntomas) pero
no el corazón del hombre. La guerra es un síntoma, la raíz está en el corazón
del hombre y si la raíz está en el corazón hay que cambiar el corazón, la parte
interior de la persona. Alguien dijo un día bienaventurados los pacificadores
porque ellos serán llamados hijos de Dios, aquellos a quienes Jesucristo (o
como quieran llamarlo) ha transformado el corazón son los verdaderamente
pacificadores. Al espíritu hobbsiano,
como decíamos al principio, o cartesiano hay que transformarlo (metanoia) por
el agustiniano (ama et quod vis fac – ama y haz lo que quieras) y por el “soy amado
luego existo”, es decir no es primero el “yo pienso”; primero es el “tu y yo
nos queremos”. Si hay algún “yo pienso” que no sea un humano “yo te quiero”
puede terminar siendo un “yo pienso contra ti”. Nada logra nada importante
reteniendo, sino compartiendo, amando, pues sólo se posee lo que se regala. ¡Qué
gran reto de todos y de la ONU también!
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