Se aproximan
las campañas electorales para elegir a nuestros «representantes». Según el
Código de la Democracia los candidatos deben presentar los planes de trabajo
para cualquier dignidad que aspiren. Es momento de exigir a los candidatos que
en sus planes pongan las fechas (día, mes y año) debajo de cada propuesta y en
caso de incumplimiento se aplicará el desconfianzómetro, que consiste
básicamente en aplicar una cláusula de penalización, como sucede en todo
contrato. El desconfianzómetro cuantifica y hace públicas todas las muestras de
desconfianza del gobernante por cada día que pasa desde la fecha incumplida. Lo
que conllevará inmediatamente al gobernante embustero a renunciar, caso
contrario se someterá a las acciones colectivas (protestas, marchas y demás). Cualquier
propuesta de los candidatos que no tengan fechas definidas es una mentira que
no estamos dispuestos a soportar más. Es
momento de exigir unos mínimos a los candidatos para volver a confiar en «los
políticos». En este preciso momento el nivel de confianza del presidente,
asambleístas, alcaldes y demás, está por debajo del 10% y nosotros como si nada
ocurriese. A nuestros políticos no les duele (algésico) el dolor del prójimo
porque andan con an-algésicos que, por suerte, son yatrogénicos. Del pueblo
deben salir con urgencia hombres como aquellos tribunos Menenio Agripa o Quincio
Cincinato que intenten devolver al pueblo lo que es del pueblo, comenzando por
su dignidad. Hay muchas cosas por hacer,
si los demás no lo hacen ¿Por qué no lo hago yo? Y si no lo hago yo ¿Quién soy
yo? Nuestro principio de identidad es la compasión frente al dolor del prójimo.
Me dueles, entonces haré algo por ti. Necesitamos una democracia moral y
compasiva.