Por: Jorge Benítez Hurtado
Hay
que diferenciar la politiké de la politeia. La primera es la política real
(realpolitik), entendida como técnica, con un gran predominio de la astucia (al
mejor estilo de Maquiavelo); pivota en torno al institucionalismo jerárquico o
la gobernabilidad centralista estatal; utiliza las políticas de estado y de
gobierno para conseguir fines espurios y mantener el desorden establecido, es
decir, el sufrimiento y dolor de las gentes; hábilmente consigue votos, adeptos
o simpatizantes, y para ello se sirve del marketing político (horribile dictum), el manejo de medios, reforma
de leyes, entre otros; reduce la política a temas ideológicos hacia la lucha
por el poder, o mejor aún el poderío, para alcanzar y conservarlo a como dé
lugar; a la politiké la podemos resumir en necropolítica (necros = muerte,
política de muerte). En cambio, la politeia es una política que le interesa la
vida, preocupada por la construcción de una sociedad civil desde abajo, utiliza
la auto-organización de las comunidades, que no la administración ni la
representación; incentiva la cooperación, la ayuda mutua, la eusocialidad; a la
politeia la resumimos como biopolítica (donde la vida es el centro y la
política es un sufijo). Es momento de pensar una política no indiferente del estado,
pero si independiente. Para los interesados en la politiké debo decirles,
parafraseando a Goethe, que esta es la representación de mefistófeles y como
bien sabemos el diablo siempre paga mal a sus devotos. Frente al abandono de la
gran política entendida como politeia, nuestro compromiso es retomarla, pero
para eso hay que pasar de la realpolitik a la posiblepolitik, no es difícil.
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