Por: Jorge Benítez Hurtado
Muchos se preguntarán en este
tiempo de pandemia: ¿Cómo salimos de la crisis? ¿Qué modelo económico debemos
adoptar? Una de las soluciones que propongo es el decrecimiento. Frente al «crecimiento
insostenible», maquillado hoy como «desarrollo sostenible», que nos tiene
sumidos en la crisis de todo, debemos adoptar el «decrecimiento sostenible»,
que lo resumimos en la grandiosa «carencia de necesidades». Cuando el
simposiarca Sócrates se paseaba por las calles abarrotadas de productos de la
antigua Atenas, viendo tantos objetos, decía: ¡Cuánto es lo que no necesito y
lo poco que necesito, que poco lo necesito!
Decrecer no es quedarse sin nada, sino aprender a vivir con lo necesario
y los excedentes donar a quienes no tienen (hoy en día las tres cuartas partes
de la humanidad pasan hambre). A la crisis la vamos a afrontar cuando aquellos
que tienen las necesidades básicas satisfechas trasladen sus prioridades hacia
la parte alta de la pirámide de A. Maslow sobre las necesidades humanas. Al capitalismo,
obviamente, no le agrada nuestra propuesta porque su objetivo es crear seres
esquizofrénicos, pues ya no deseamos solo la cosa (producto), sino que deseamos
el deseo mismo del otro que quiere el producto (enajenación). Pero de esto no
dicen nada nuestros economistas crematísticos en los debates públicos,
dedicados a diagnosticar y pronosticar al sistema; empeñados, además, en seguir
defendiendo la perversa «función de producción», i.e. el consumismo con sus
tres jinetes del apocalipsis económico a saber: la segmentación del mercado
(v.g. champús para personas, perros, carros…), la obsolescencia programada (productos
que rápido se deterioran) y la bonitura (productos atractivos a los ojos). Debemos
resucitar a Sócrates con urgencia.
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