jueves, 21 de septiembre de 2023

Atajo de sabiduría 4: Desconfianzómetro

 


                                                                                                                     Por: Jorge Benítez Hurtado

Se aproximan las campañas electorales para elegir a nuestros «representantes». Según el Código de la Democracia los candidatos deben presentar los planes de trabajo para cualquier dignidad que aspiren. Es momento de exigir a los candidatos que en sus planes pongan las fechas (día, mes y año) debajo de cada propuesta y en caso de incumplimiento se aplicará el desconfianzómetro, que consiste básicamente en aplicar una cláusula de penalización, como sucede en todo contrato. El desconfianzómetro cuantifica y hace públicas todas las muestras de desconfianza del gobernante por cada día que pasa desde la fecha incumplida. Lo que conllevará inmediatamente al gobernante embustero a renunciar, caso contrario se someterá a las acciones colectivas (protestas, marchas y demás). Cualquier propuesta de los candidatos que no tengan fechas definidas es una mentira que no estamos dispuestos a soportar más.  Es momento de exigir unos mínimos a los candidatos para volver a confiar en «los políticos». En este preciso momento el nivel de confianza del presidente, asambleístas, alcaldes y demás, está por debajo del 10% y nosotros como si nada ocurriese. A nuestros políticos no les duele (algésico) el dolor del prójimo porque andan con an-algésicos que, por suerte, son yatrogénicos. Del pueblo deben salir con urgencia hombres como aquellos tribunos Menenio Agripa o Quincio Cincinato que intenten devolver al pueblo lo que es del pueblo, comenzando por su dignidad.  Hay muchas cosas por hacer, si los demás no lo hacen ¿Por qué no lo hago yo? Y si no lo hago yo ¿Quién soy yo? Nuestro principio de identidad es la compasión frente al dolor del prójimo. Me dueles, entonces haré algo por ti. Necesitamos una democracia moral y compasiva.

Atajo de sabiduría 3: Decrecimiento

 


Por: Jorge Benítez Hurtado

 

Muchos se preguntarán en este tiempo de pandemia: ¿Cómo salimos de la crisis? ¿Qué modelo económico debemos adoptar? Una de las soluciones que propongo es el decrecimiento. Frente al «crecimiento insostenible», maquillado hoy como «desarrollo sostenible», que nos tiene sumidos en la crisis de todo, debemos adoptar el «decrecimiento sostenible», que lo resumimos en la grandiosa «carencia de necesidades». Cuando el simposiarca Sócrates se paseaba por las calles abarrotadas de productos de la antigua Atenas, viendo tantos objetos, decía: ¡Cuánto es lo que no necesito y lo poco que necesito, que poco lo necesito!  Decrecer no es quedarse sin nada, sino aprender a vivir con lo necesario y los excedentes donar a quienes no tienen (hoy en día las tres cuartas partes de la humanidad pasan hambre). A la crisis la vamos a afrontar cuando aquellos que tienen las necesidades básicas satisfechas trasladen sus prioridades hacia la parte alta de la pirámide de A. Maslow sobre las necesidades humanas. Al capitalismo, obviamente, no le agrada nuestra propuesta porque su objetivo es crear seres esquizofrénicos, pues ya no deseamos solo la cosa (producto), sino que deseamos el deseo mismo del otro que quiere el producto (enajenación). Pero de esto no dicen nada nuestros economistas crematísticos en los debates públicos, dedicados a diagnosticar y pronosticar al sistema; empeñados, además, en seguir defendiendo la perversa «función de producción», i.e. el consumismo con sus tres jinetes del apocalipsis económico a saber: la segmentación del mercado (v.g. champús para personas, perros, carros…), la obsolescencia programada (productos que rápido se deterioran) y la bonitura (productos atractivos a los ojos). Debemos resucitar a Sócrates con urgencia.